Crнtica de El Hijo del Cazador por Ezequiel Boetti
“El hijo del cazador cree que matar estб bien, que es normalâ€, dice Luis Alberto Quijano con la claridad apabullante de quien sabe muy bien de lo que habla. Luis es hijo del militar Luis Alberto Cayetano Quijano, uno de los engranajes principales de los centros clandestinos de detenciуn de Cуrdoba durante la ÑŠltima dictadura militar, quien muriу en 2015 luego de haber sido acusado de 416 delitos. Muchas veces se ha hablado del carбcter aparentemente contradictorio de los represores, de cуmo podнan pasar de una jornada de torturas y asesinatos a jugar con sus hijos en apenas minutos, pero Quijano era lo mбs parecido a un monstruo. O al menos asн lo recuerda su hijo: como un psicуpata que robaba ropa de La Perla (“Mirб, este suйter lo traje de ahнâ€, dice Luis seÑalando una foto de su juventud), saqueaba las casas de los secuestrados y volvнa de “trabajar†con cassettes con grabaciones de torturas… que escuchaban en familia. Salvo Luis, el clan Quijano consentнa. La hermana, con silencio. Mamб, llamando a su marido “mi guerreroâ€. Y siguen consintiendo: hoy, afirma йl, entre las dos tienen al menos diez propiedades (“Acб hay mucha plata de la subversiуnâ€, apunta Luis mientras seÑala uno de esos caserones). El hijo, “el disidenteâ€, como se define, ninguna.
Dirigida a cuatro manos por Germбn Scelso y Federico Robles, El hijo del cazador se nutre principalmente de varias entrevistas a Quijano. Es llamativa la aceptaciуn absoluta de su desgracia, del carбcter diabуlico de su padre y de cуmo su sombra atraviesa todas las decisiones de todos y cada uno de sus dнas. Incluidas las amorosas, ya que estб casado con una bielorrusa. Llama la atenciуn tambiйn un discurso articulado, sin vacilaciones ni inseguridades, que vuelve casi prescindibles los cortes de montaje en las secuencias de las entrevistas. Frente a un personaje de estas caracterнsticas, Scelso y Robles toman dos sabias decisiones. La primera es dosificar la informaciуn de forma tal que los pliegues emocionales de Quijano y las atrocidades de su padre transiten un camino paralelo aunque en sentido opuesto: el propio Luis reconoce su obsesiуn por pensar todo lo contrario a lo que pensarнa su padre. La segunda es dejar a ese padre en un fuera de campo visual constante, trayйndolo a la narraciуn a travйs del relato de su hijo y algunas pocas fotos familiares mostradas por йl, y prescindiendo del material de archivo al que hubieran recurrido nueve de cada diez directores. El efecto es desbastador: pocas pelнculas construyeron tal grado de horror solo a travйs de la palabra.
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